miércoles, 8 de junio de 2011

Me siento vencido. Lo siento en las tripas. Me han derrotado. Que no callado!!!

Llevo días con estas ideas rondando por notas dispersas de lápiz en los papeles que alimentan unos bolsillos que cada día se demuestran más y más pequeños y ha llegado el momento de reunirlos y transmitirlos.
He de empezar diciendo que no han sido días buenos sino de derrota. Días de conversaciones para desatascar la situación, estancada hace días. Días de soportar presiones y ataques mediáticos desde afuera y desde adentro. Días de trabajo para impedir que nos fagocitemos a nosotros mismos o a nuestros frutos como pintó nuestro genial D. Francisco, que también fue tildado de loco e ilustrado como si fueran dos insultos que él se tomó como piropos y siguió con su trabajo de desenmascarar, de sacar los colores a las actitudes egoístas y vergonzantes de sus compañeros de ciudad, de país, del mundo entero.
Las notas hablaban de pensamientos; de que los “grupos de afinidad” para trabajar desembocan en frustraciones personales y en grupos de amigos con un debate muy limitado debido a una visión poco diversa, en la dificultad de abrirse a alguna opinión diferente sin hacerle sentir divergente y considero que facilita la creación de bastiones de resistencia para la defensa de unos intereses que no representan más que los de un grupo reducido y limitado de personas. Hablaban de la intransigencia al diálogo al dar por terminada una conversación con un “si esto no es así, nos vamos”. De lo negativo que resulta para el resto de individuos que trabajan en dar a lo que está sucediendo de modo global el impulso suficiente para que no acabe en un mero apoyo a iniciativas o ideologías personales y concretas.
Estamos restándonos fuerzas cuando nos responsabilizamos de algo y lo dejamos a medias, sin preocuparnos de que la persona que ha cogido el testigo cumpla con su compromiso, restamos al considerar la acampada como un lugar de esparcimiento y diversión y que estamos en nuestro legítimo derecho de convertir un espacio ciudadano en un campamento/experimento social que no reproduce sino el funcionamiento de la sociedad imperante a nada que rasques un poquito bajo las formas y los colores diversos.
Se resta cuando te enrollas con un discurso espeso y/o acaparador de micrófono o de tiempo de tus compañeros. Se resta cuando tu comportamiento o imagen dejan de sumar. Se resta cuando se exhiben problemas sin reflexión previa y sin aportar soluciones. Se resta cuando lo planteado en un debate es irrealizable o resulta fuera del alcance real de nuestras fuerzas. . . y, sinceramente, no creo que estemos para restar. Estaba convencido de que estábamos aquí para sumar, para aportar y articular respuestas a una ola de indignación ciudadana que nosotros no hemos provocado. Que la legítima aspiración de las acampadas era dar voz al catarro de esperanza global que ha surgido por varios motivos al tiempo y en varios, bastantes lugares, al tiempo. Seguía convencido/convenciéndome de que habíamos aparcado nuestros egos y nuestras ansias “revolucionarias” para emplear nuestro tiempo y esfuerzo, vida en suma, en empujar un carro global que quería dar una respuesta diferente a las planteadas desde las estructuras piramidales del poder establecido, que se han manifestado claramente inoperativas.
En todo esto creía . . . hasta ayer.
Para ceñirme a la verdad, hasta el momento en que he vuelto a aterrizar a la realidad de la mañana y me ha despertado la sensación amarga del derrotado. Del que se ha visto desplazado, una vez más pero en un lugar distinto, por unos grupos de presión que conocen las herramientas de decisión mucho mejor que él. Del que no forma parte de ningún grupo por haber abandonado su interés personales a favor de la globalidad del movimiento. Del que ha hecho gimnasia de cuello para dejar de mirarse el ombligo y para dejar de creerse el representante nadie.
En la Asamblea de anoche, que comenzó con unas doscientas personas y terminó con no más de ciento veinte, pregunté, en un inciso, si no tendrían razón tal vez quienes hablaban de que determinado movimiento había tomado las riendas de la acampada. Se me calló una vez más con el argumento de que solamente se había abierto un debate de veinte minutos, cuando la realidad es que por la tarde había habido una clase-charla sobre el asunto, que en la asamblea de acampados de ayer se estuvo sobre dos horas hablando de exactamente lo mismo, que los temas tratados en la de ayer, no fueron mucho más allá que la conversación de moda.
Y para muestra un botón, una de las últimas intervenciones fue utilizada y registrada y por lo tanto publicada para convocar actos de una “plataforma reivindicativa concreta” cuando desde el primer momento se está en el esfuerzo de desvincularnos de ningún grupo organizado externo, tenga siglas o no. Y es más, cuando tras una estimación de “porcentajes de opinión” se había llegado a un cuarenta/sesenta a favor o en contra, tras una reelaboración de la pregunta, esta se convirtió, ¡inmediatamente!, ¡sin más debate! en un noventa/diez . . . comprendí que había empleado mis esfuerzos en dar voz y fuerza a un colectivo que con una reivindicación legítima y absolutamente loable, conocen y manejan cotidianamente desde hace tiempo las herramienta del “asamblearismo” y del “consenso” y que un grupo de, digamos ciento cincuenta personas, en una noche fría e inhóspita y tras casi tres horas de cierzo y palabras, habían dado legitimidad a “la reutilización de un espacio público no aprovechado” para dar cabida a las “oficinas operativas” del movimiento en el nombre de no menos de diez mil ciudadanos que se unieron en Zaragoza a las acampadas y de un número no determinado de ciudadanos y ciudadanas en todo el globo.
Al mencionar en ruegos y preguntas las propuestas de reparto social del empleo y fiscalización de los cargos públicos se vio claramente que las líneas de debate en que trabajar son más internas que operativas y se aparcó todo por una información-intoxicación sobre un supuesto manifiesto público de DRY que nadie había leído y que alguien dijo haber oído en una emisora sin identificar.
En mi modesta opinión, y me gustaría que no se me malinterpretara, ni se procediera a la quema pública de estas palabras sin antes haberlas leído y meditado, ha llegado un momento crítico en el que el ejercicio de la onphalocracia obliga a un análisis más detallado de lo sucedido en los últimos días y me abre un debate más profundo sobre el camino que hemos empezado a andar.
Así que en ello ando. Aunque con no demasiada energía disponible, he de reconocerlo.
Disculparme por la extensión, pero he sido incapaz de resumir, aunque sí que he dejado matices y disgresiones en el tintero, que estoy dispuesto a poner en debate en cuanto se me solicite

1 comentario:

  1. Muchos podemos decir ahora a estos subgrupos "que no, que no, que no nos representan!"
    Mucho ánimo estás haciendo un trabajo magnífico.

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